14 ene 2013

El monstruo

Dicen que soy un monstruo y tal vez tengan razón, pero yo pienso distinto. Soy un purificador, un arreglador, aunque creo que esa palabra no existe; mejor, soy un corrector. Corrector de qué, se preguntará usted? De destinos. Bueno, en realidad es un poco exagerado esto último. No puedo corregir todos los destinos. Por ejemplo, si usted perdió un brazo en la guerra no lo puedo reparar. Si su padre murió en un accidente yo no puedo hacer nada para evitarlo. Tal vez la expresión correcta no sea corrector de destinos, pero no tenemos ninguna mejor por el momento, o sí? Ah, claro, “monstruo”. Insito en que no soy un monstruo aunque entiendo el que algunas personas me tilden de ello. Le explicaré. Hay algunos destinos que se tuercen por diversos motivos. Infinidad de motivos, para ser más exactos, aunque acabo de caer en la cuenta de que la palabra “infinidad” no podría ser más inexacta, pero eso no importa ahora. Lo que quería decirle es que hay algunos destinos que se tuercen de una particular manera. Cuál? Le diré. Imagine usted a una señorita de trece, catorce años, sin importar el estrato. Cuál supone usted será el destino de esa niña? No lo sabe, claro que no, pero adivinemos. No me refiero a que resuelva como oráculo el futuro de la niña, sino que pensemos qué puede ser en su vida. Doctora? Ingeniera? Periodista? Bien, esas son profesiones que hacen parte del abanico de cosas que ella podría ser. Podría estudiar medicina o cualquier otra carrera y convertirse en profesional. Exitosa o no es otro cantar, pero estamos de acuerdo en que puede estudiar y luego trabajar en su campo. Bien. Qué tal si esta chica tiene espíritu aventurero y desea viajar? A dónde? A cualquier parte del mundo. Supongamos que un día decide cumplir su más caro sueño, toma una mochila y se va a caminar. Podría recorrer Europa o Suramérica a dedo, de hostal en hostal, haciendo amigos en cada pueblo y enamorando mancebos en cada viaje. Romántico, no? A mí me gustaría hacer eso. Ya no puedo, claro, y menos en la situación en la que me encuentro, pero me fascinaría irme a la aventura con una sonrisa y un morral. A usted no? Debí adivinarlo. Pero no importa, el punto es que la chica podría estudiar o viajar o, pensemos otra opción, qué tal que quiera ser cantautora? Sí, que simplemente tome un instrumento, digamos una guitarra, y empiece a tocarlo hasta que se haga virtuosa del mismo? Qué tal que la chica nos salga talentosa y se convierta en una diva de fama mundial? Por qué no? Acaso no sucede eso todos los días, como se gradúan todos los días médicos, ingenieros y periodistas, y como todos los días algún muchacho se va de la casa con un maletín? Muchos fracasan, desde luego, pero eso ya depende de cada uno, en nuestro caso, la señorita tendrá que ser muy disciplinada e inteligente para triunfar en la vida que elija. Hasta ahí estamos de acuerdo, cierto? Muy bien. Ahora imaginemos si ese destino; el de profesional, viajera o cantante, o el que sea; se ve truncado. Cómo? No sé, dígame usted. Que sufra un accidente, de acuerdo. Que se desate una guerra, cómo no. Que sus padres mueran y ella tenga que hacerse cargo de la casa. En cualquiera de esos casos, la chica verá interrumpido su sueño y tendrá que resignarse a movilidad restringida, invalidez o alguna eternidad de trabajo malo y mal pago. Hay cosas que no pueden remediarse, como la parálisis o la muerte de un padre, pero hay otros eventos igual o peor de terribles que acaban de inmediato con todos los destinos de una muchacha: quedar preñada. Después de que una adolescente tiene un hijo, todo se desmorona, todos los sueños quedan abandonados, pues la prioridad es mantener al bastardo. Por qué lo llamo así? Bueno, acepto que es algo agresivo, pero es la palabra correcta, pues en la mayoría de los casos el padre no responde y tenemos a una bella niña que de la noche a la mañana se convierte en madre soltera. Qué pasa entonces? Las metas de estudiar y ser una profesional exitosa se desvanecen, pues el dinero para matrículas se irá en el bastardo. Ni qué decir del tiempo que necesitará para los libros, pues no hay peor tiranía que la de un bebé, y más si éste carece de padre y, por ende, de ley. Cómo podrá irse nuestra viajera imaginaria a recorrer el globo si tiene semejante lastre? No puede abandonarlo ni llevárselo. Entonces? Se quedará encerrada en su terruño añorando por siempre los caminos que ya nunca recorrerá. Supongo que no hay necesidad de ejemplificar a la pobre cantautora preñada. Con algo de suerte, le cantará arrullos tiernos al bastardo que le destruyó la existencia. Terrible, no? Qué clase de vida es esa, enterrado junto a cadáveres de sueños por culpa de un ser que no deseó y que arruinó su alma como un cruel accidente. Y peor, incluso, que un accidente real. Alguien en silla de ruedas, ciego o huérfano aún puede superar su pérdida y alcanzar sus metas. Pero después de que tenga esa boca insaciable gritando por comida, ropa, colegio y todo lo que acarrea, ya no puede haber nada. Nuestra humilde muchacha habrá perdido su voluntad y estará viviendo para el bastardo que le chupará, cual parásito inmundo, hasta la última gota de médula. Estoy seguro de que usted conoce tan bien como yo muchos ejemplos de madres solteras que se desvivieron por unos hijos ingratos y viles que, inevitablemente, después de succionar el ánima materna se fueron del hogar y dejaron unas mujeres vacías, lejanas, muertas de sueños y de juventud. Esos accidentes, si me permite llamarlos así, son los que yo corrijo. Soy el corrector de esos destinos. Cómo lo hago? Bien lo sabe usted. No puedo devolver el tiempo y evitar que la muchacha se embarace, claro que no. Pero después de que el bastardito ande por ahí con su cínica risa y su respirar antropófago puedo solucionar el problema. Cómo? Usted lo sabe, por eso me llama monstruo. Desaparecer a estos seres simiescos es muy fácil. Normalmente la mamá no les presta demasiada atención. Es lo normal, claro, recuerde que ella nunca lo quiso. En muchos, demasiados casos, más de los que usted imagina, el crío camina por la cuadra de su casa sin vigilancia alguna. Tomarlo del brazo y subirlo a un auto de vidrios polarizados es tan sencillo como arrojar su cuerpo a un río. Nunca nadie ve nada. En otros casos, un buen rifle con mira telescópica es más seguro y efectivo. Desde un quinto piso se alcanzan muchas terrazas y patios. Además, nadie mira nunca hacia arriba, quizá por miedo a alguna divinidad. Siempre que disparo hacia la cabeza de alguno de estos abortos vivos puedo darme el lujo de ver por la mirilla el desespero de parientes y transeúntes por salvar al niño. Nadie se molesta en buscar de dónde vino el proyectil y menos en mirar a los puntos altos. En el mejor de los casos piensan que fue una bala perdida. Claro, soy un asesino y la madre perderá a su amado hijo, pero esa es sólo una manera de ver las cosas. En realidad estoy liberando a la madre de ese engendro que la fagocitará, que le devorará la vida. Es posible que al principio le duela mucho y que haya una depresión y no sé cuántas cosas más, pero cuando pasen los días y termine el duelo la muchacha volverá a su vida normal sin el enorme bulto que la doblegaba. Una vez más podrá tener sueños, podrá ir a la universidad, conocer el mundo o cantar en un escenario; es decir, hacer lo que desee. Tendrá de nuevo libertad gracias a mí. Ninguna de esas madres es capaz de decidir por sí misma otra alternativa como la adopción. Sería más humano dar esos hijos no deseados a otros padres que sí los quieran en lugar de, simplemente, matarlos. Estoy de acuerdo, pero estas mamás adolescentes tienen un ridículo sentido del deber, una suerte de amor ciego por esos bastardos que les impide tomar una decisión inteligente. Dicen que los aman y que son la razón de su existir, pero la verdad es que esos niños crecerán sin padre y sin ley y terminarán de gamines, raponeros, atracadores, sicarios y quién sabe cuántas cosas más. Se convertirán en verdaderos monstruos, mucho peor que yo que en verdad pienso que es mejor una muerte temprana a una vida de sufrimiento sin sentido. Por eso mi misión es enderezar esos destinos torcidos, eliminar ese obstáculo que desgracia a tantas muchachas. No piense que soy un simple infanticida, un vulgar asesino de niños de los que tantos hay por allí. Soy un corrector de destinos, aunque la verdad creo que debería buscar una frase mejor. Y, definitivamente, no soy un monstruo. Si usted o cualquier otra persona piensa eso, entonces no ha entendido mi historia.

5 comentarios:

  1. Me ha encantado, no podría estar más de acuerdo. Cualquier solución es mejor q una vida miserable, tanto para un lado como para el otro.
    La maternidad y la parternidad deberían estar reguladas, no todo el mundo sirve para ser madre/padre. Porq lo más difícil no es parir.

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  2. yo pienso que ser madre o padre es algo bien serio y definitivamente para una adolescente es una tarea casi imposible..... siempre he pensado que a las adolescentes y sobre todo en los estratos más bajos deberían ligarles las trompas y que cuando ellas en una edad más madura decidieran con claridad tener hijos, debería existir un acompañamiento de una institución que se preocupara por regular el estado en que vendrían estos niños al mundo y les autorizaran o no traer estos hijos a éste mundo... pues traer niños no debería ser una cosa a la suerte, debería ser una decisión de una entidad más objetiva que una chica o chico con las hormonas alborotadassssss..... tener hijos no es sólo plata, implica tiempo, responsabilidad, buenos sentimientos, dedicación.... en fin...

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  3. todo este problema tambien es culpa de los medios de comunicacion y corporaciones, que por su afan de ganar audiencia y vender respectivamente, le meten sexo a estas adolecentes y ellas caen como unos titeres y por eso ya vemos niñas de 11 y 12 años embarazadas.

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  4. No voy a comentar sobre lo que usted ha escrito y sí sobre la forma en que lo ha hecho. ¿Carece del signo de apertura de interrogación "¿" en su teclado? Usted tiene un currículum excelente y, para más inri, es docente. ¿No le da vergüenza? Porque a mí sí me da; y solamente soy una chica guía turístico, sin estudios superiores.
    No hay más que ver su quinta línea, entre otras muchas:
    «Corrector de qué, se preguntará usted?».
    No soy una experta en absoluto pero, ¿qué ha pretendido? ¿Quería usar una pregunta indirecta? En tal caso le sobraría el signo de cierre interrogativo "?". Es más, no le veo sentido alguno usar una pregunta indirecta aquí.
    «"¿Corrector de qué?", se preguntará usted».
    ¿No le parecería eso mucho más adecuado? Quizá alguno de los fallos vergonzantes que encuentro en su escrito se deban a nuestra diferente entonación de la lengua española, pues somos de países distintos. Sin embargo, la ausencia de "¿" de manera reiterada simplemente no tiene perdón, viniendo de alguien de su calibre.
    Sin ánimo de ofender, deje usted de destrozar el castellano. Dé ejemplo.

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    Respuestas
    1. Concuerdo con tu punto de vista, ya que es interesante la postura que redacta (o intenta redactar) el autor; sin embargo,su gramática impide llegar a comprender a la plenitud el mensaje que se desea transmitir.
      Y sí, no somos expertos en gramática pero por favor tenga en cuenta que no podemos denigrar más a el castellano.

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