24 nov 2011

Las voces de los inmortales

El 24 de noviembre de 1991 yo debía presentar (aunque no me lo crean) un examen de álgebra lineal. Afortunadamente (aunque tampoco me lo crean) había sacado cinco en el primer parcial y podía darme el lujo de perder el final, porque me era imposible concentrarme. Pocas horas antes había escuchado por radio la noticia, la muerte de uno de mis primeros y más grandes ídolos: Freddie Mercury.
     En mi adolescencia, y durante el resto de mis miserables días, el rock calmó el sinsentido de la existencia. Uno de mis recuerdos más bellos es la fantasmagoria audiovisual de "Innuendo", tema épico y dramático que solía repetir hasta la ceguera en bares de mala muerte donde entraba siendo menor de edad con la Libreta Militar. La voz de Mercury, su fuerza vital, su tremenda corporalidad; todo se había extinguido para siempre. Ya sabía de la muerte, pero Lennon o Dalí, quienes ya habían regresado al Olimpo, dieron sus vidas antes de mi idolatría. El vocalista de Queen fue el primero que me mostró que los semidioses también son finitos.
     Después, cada muerte de una estrella de rock fue un repetir de ese examen de álgebra lineal, de esa desazón interminable, de ese abismo a lo inexistente. Michael Hutchence, Kurt Cobain, George Harrison, Michael Jackson y todos los que siendo humanos frágiles se convirtieron en deidades imperecederas me recuerdan lo que siempre quise ser y lo que nunca fui.
     Y, claro, recuerdo lo absurdo de aquel examen. Ninguno de los que lo presentó valdrá nada para la eternidad. Mercury tampoco lo presentó, pero su inmortalidad es tan indiscutible como su fallecimiento. Cada vez que escucho una de sus canciones o que veo morir a una estrella de rock recuerdo que mi fin es tan ineludible como fue inútil mi vida. Incluso lo que decidí hacer para disimular mi inexistencia, leer y escribir, no será ni siquiera un pie de página en el ilegible libro de la historia. El texto que ahora escribo no será leído por ojos que no se pierdan.
     "Ya somos el olvido que seremos", rezaba Borges, otro tan inmortal como sus letras. Algo tienen en común el maestro argentino y el rockero universal: vivirán, no, serán para siempre. Y los que no somos ni siquiera olvido, tenemos el consuelo de compartir a través de unas páginas o unas guitarras un atisbo de aquello de lo que sólo los dioses tienen conocimiento.

18 nov 2011

La lección de los estudiantes

Fue glorioso. Las cifras varían según la medición y según quienes estuvieron en vivo y en directo, pero la protesta de los estudiantes contra la reforma a la ley 30 ronda por las decenas, tal vez centenares, de miles. Y, tras paro, besatones, videos, marchas, etc, se consiguió lo que se buscaba, al menos en su etapa inicial. El gobierno, aunque entre disimulos y explicaciones, tuvo que ceder.
     Y eso es lo que verdaderamente nos ha dejado esta experiencia. Los que tenemos el poder somos nosotros, el pueblo. Lo único que necesitamos es el valor para levantarnos y el sacrificio para soportar. Así como los estudiantes nos enseñaron a todos que se puede ejercer el derecho a la protesta para propiciar cambios, así deberíamos hacer todos contra los abusos y la corrupción de que somos víctimas. Pero para eso tenemos que empoderarnos como nos lo mostró la juventud del país. Se nos olvida que el poder es nuestro, que los dirigentes los elegimos nosotros para que nos representen y nos sirvan, y que el que debe quedar satisfecho cuando se le presta un servicio es el cliente, quien paga.
     Un par de ejemplos sencillos. Las empresas de telefonía celular hacen con los usuarios lo que se les da la gana; abusos, sobrecostos e irregularidades son pan de cada día. Pero qué es lo que siempre hacemos? Quejarnos y seguir aguantando y pagando. Qué pasaría si todos (todos, claro) dejáramos de consumir sus minutos y de llamar y de comprar sus teléfonos? Se verían obligados a bajar las tarifas, tratar bien a sus clientes, etc. Pero a nosotros nos parece imposible. Qué absurdo! Acaso no sobrevivió la humanidad tres milenios antes de la telefonía celular? Lo único que necesitamos es, como los estudiantes, la capacidad de sacrificio y entrega.
     Otro ejemplo. La gasolina sube cada dos meses y lo único que hacemos es, de nuevo, quejarnos y aguantar y pagar. Y si dejáramos el carro en casa? Nos subimos al transporte público o la bicicleta, o simplemente caminamos y obligamos a que el precio baje? Eso es imposible! Gritará alguien. Si todos lo hacemos, como los estudianes, será posible.
     Un último e idílico ejemplo. Políticos corruptos y asesinos nos han gobernado desde hace tanto tiempo que ya perdimos la cuenta. Y nosotros, predeciblemente, nos quejamos, aguantamos y pagamos. Qué pasaría si toda una ciudad se plantara frente a la alcaldía y exigiera la renuncia del alcalde? Tal vez haya que aguantar una semana o más, como los estudiantes, pero al final tendría que dimitir. Eso podemos hacerlo con todos los corruptos del país. Ya debimos hacerlo con algunos que hoy andan orondos criticando y enviando mensajes por internet mientras llevan en sus espaldas elefantes y denuncias a la Corte Penal Internacional.
     Los estudiantes nos enseñaron una valiosa lección que en diversas partes del mundo ya se aprendió. El poder está en nosotros. Ya es nuestra decisión si decidimos, como en tantas otras ocasiones, dejar que nos lo arrebaten.