16 dic 2011

MD™

El siguiente es el prólogo escrito por el profesor James Cortés Tique para mi novela MD™.

MD™, el título de esta novela es engañoso, pues si bien no seduce al lector raudo que husmea una vitrina en busca  de historias sugerentes, es a éste a quien le está destinado por ser hijo del trinitario signo del capitalismo (mayor producción, menor tiempo, mínimo de inversión). Para el lector que supere el obstáculo del título en la carátula, la novela le depara magníficas sorpresas, una tras otra.  En la tercera frase se le entregan al lector las claves para el desciframiento: el código del título y de la novela. MD significa Maravilla Decadente, y las exponenciales consonantes TM del tecnolecto comercial, significan "Trade Mark", en castellano, Marca Registrada.  Se trata de una novela sobre la sociedad de consumo. 
     El mundo novelesco se construye con una fábrica llamada Maravilla Decadente, en la que hay un jefe máximo llamado Señor I, una secretaria llamada Evva, un eterno subjefe llamado Príncipe y los pilares creativos de  MD™  llamados Víctor y Camilo. Con estos mínimos fundamentales, Oscar Perdomo Gamboa inicia la historia  de la invención de artefactos y de la creatividad publicitaria, si como artefactos debemos entender la invención del fútbol, de la publicidad, de Dios, del azar... En estos términos esta novela bien podría llamarse el libro del origen de todas las cosas del consumo.  
     Una fábrica es, quizás, la mejor  metáfora cognitiva para narrar el nacimiento de los artefactos, de las mercancías, de las profesiones, de los personajes definidos por sus roles o funciones. Desde la factoría como mundo-modelo de existencia virtual, Oscar Perdomo Gamboa nos entrega a sus re-creaciones poéticas, aludo a los permanentes juegos con el lenguaje, es decir los retruécanos con la lógica, que nos recuerdan las grandes obras de Lewis Carroll; nos entrega a un mundo en el que la invención de las cosas pasa por el arduo buril de la ingenuidad, como aquella de los encuentros de José Arcadio Buendía con Melquiades; nos entrega  a la tozuda inocencia crítica, como la de los Cronopios cortazarianos; nos entrega a la risa irónica sobre la sociedad de consumo que hemos conocido en los cuentos de Juan José Arreola tales como  Baby HP y Anuncio (cuento donde hallamos la invención de Plastisex ©, artefacto que vaticinaba a MD™). Así pues, la factoría llamada Maravilla Decadente es una potente máquina de reciclaje donde se renueva el vínculo con grandes obras de la literatura, donde se reanuda el pacto fundamental con el lenguaje, lo lúdico: ese maravilloso remedio que hace que las patas de las sillas se liberen de la artrítica enfermedad de la catacresis para volver a ser una analogía reveladora, una epifanía de muslos pluscuamperfectos, como diría De Greiff.
     Una dificultad presenta la novela de Oscar Perdomo Gamboa, el ritmo vertiginoso de la narración y la multiplicación y desmultiplicación permanente de lo seres que pueblan el mundo. El lector observará que no hay un solo punto y aparte, todo es seguido.  Se inicia la lectura y sin pausa alguna hay que ir hasta el final. La lectura es una carrera gobernada por el humor, único jinete capaz de cabalgar la estampida de la metonimia.  Ahora bien,  decir dificultad no es nombrar un defecto sino, en este caso, una virtud estilística, pues  tratándose de una novela sobre la sociedad de consumo, la narración nos ofrece una invención tras otra, sin cesar, insaciable. MD™ es un mundo de consumo y  de autoconsumo. El mundo narrativo se alimenta de sí mismo, se auto engulle para inflarse hasta la revelar la caprichosa bancarrota del significante.
     Gracias, Oscar, por saber abrir la puerta para ir a jugar.   

James Cortés-Tique. 

10 dic 2011

Cuando el plástico se rompe

Estoy por pensar que lo que escribo no sirve para nada. En realidad, siempre he estado seguro de eso, particularmente porque me dediqué a la ficción (y a la más rebuscada, para acabar de completar) en lugar de escribir libros de superación personal o novelitas de traquetos. Pero no me refiero a esa tautológica afirmación, sino a que mi voz y la de tantos que gritamos al mundo no se oyen. Hace cerca de dos años escribí un artículo titulado El Maniquí con Silicona en el que me quejaba de la imagen que esta sociedad obliga a las mujeres. Cada dos o tres meses veo en las noticias la misma historia repetida con otra víctima: algún doctor corrupto o algún error de procedimiento cobran la vida (o la cola) de alguna muchacha que quería "mejorar su aspecto".
     Sé que me ganaré muchos problemas por decir estas cosas, pero estas damas que sufren estas canalladas o fatalidades no son víctimas; sus males se los buscaron ellas mismas por (y que vengan los enemigos) idiotas. Sólo alguien con aserrín en el cerebelo se somete a una intervención quirúrgica (si sabrán lo que significa?) con el único objetivo de servir de cebo para el consumidor masculino.
     Aunque, mejor pensado, estas mujeres sí son víctimas; pero no de doctores y estafadores, sino de la sociedad machista y patriarcal que les ha enseñado desde niñas que no valen por sí mismas, que sólo tendrán el valor que les otorgue algún macho alfa. Y, peor todavía, que ese valor no tendrá que ver con su intelecto, talento y capacidades, sino con sus formas. Una mujer bonita y muda es el premio perfecto para el macho dominante. Una presea a la que, como a cualquier trofeo, se posee y se pule.
     Pero no me desgastaré más gritando, cual Cassandra (como lo escribí en otro artículo, valga la publicidad) las verdades evidentes. Además, no soy el único. Todos los días vemos, incluso por  la caja boba de la televisión, las terribles consecuencias de la estupidez. Sin embargo, ya sabemos que junto a cada denuncia hay un centenar de comerciales con modelos invitando a ser bellas y superficiales, por no decir tontas.
     Nosotros somos quienes criamos a la siguiente generación; quienes les compramos a las niñas muñecas y juguetes que las alientan a la vanidad y no al intelecto; quienes les exigimos estar bonitas y soñar con ser reinas de belleza, preferiblemente diciendo pendejadas que pasen a la historia. No se aterren si sus hijas, cortesía de la sociedad que alimentamos entre todos, salen en las noticias en un futuro cercano, y no precisamente en la página de farándula.