Cierta vez, borracho de licor barato, me oriné contra una pared de mi barrio. A la mañana siguiente apareció una figura de la Virgen en la mancha amarillenta. De inmediato, una pequeña romería se formó alrededor del ácido milagro. Yo, agente de la manifestación divina, tomé agua todo el día para calmar el guayabo y vender frasquitos de orina milagrosa a los incautos. Incluso derramaba mi cálida bendición sobre los rostros de los creyentes para salvar sus pecados. Vi en mi misión divina, mi micción divina, mi futuro asegurado: negocio de botellitas amarillas, peregrinaciones turísticas urinarias y un altar multimillonario a mi vejiga. Si hay un Sagrado Corazón, por qué no puede haber una Vejiga Sagrada?
Lamentablemente, a la semana pasó por la cuadra un indigente con daño estomacal y entre sus heces apareció el Señor.
Vos sos más ordinario que chococono con hogao... JaJaJa
ResponderEliminarJajajaja muy bueno Oscar...
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