14 abr 2012

Los jorobados

Cuando me desperté una mañana después de un sueño intranquilo en el que plagiaba a Kafka, me encontré con un espectáculo apocalíptico. De alguna manera que sólo un cómic podría narrar, el mundo como lo conocía había terminado. La humanidad, que doblegó la naturaleza y mató los dioses, estaba reducida a una raza pedestre y monstruosa. Por las calles que antes vieron pasar carros de bomberos con reinas de belleza y jugadores de fútbol, ahora deambulaban unos seres extraños, jorobados, que no levantaban la mirada y que caminaban como zombies, arrastrando los pies inseguros, y torcían las manos agarrotadas como imitando a un tiranosaurio epiléptico. No hablaban. En lugar de eso, musitaban un gruñido sordo, como de gato perezoso, y, eventualmente, lanzaban una carcajada terrorífica y sin sentido. Me asusté, por supuesto, pues mi imaginario cinematográfico de mala calidad me llevó a las escenas del último sobreviviente devorado por los engendros. Pero, para mi fortuna, ninguno de ellos me vio. No podían verme, pues sus cabezas, doblegadas por el enorme peso de la joroba, no podían alcanzarme. Sus ojos, quizá ciegos, miraban un punto fijo en el vacío intraducible. A lo mejor un holocausto nuclear había destruido la existencia y estos entes eran víctimas de la radiación. Pensé, inevitablemente, que estaba protagonizando la inmortal novela de H. G. Wells, "La Máquina del Tiempo", y que los jorobados eran una suerte de morlocks, despojos de la antigua humanidad, que ya habían acabado sus existencias de jugosos elois. Imaginé el mundo feliz de Huxley y algún fatal error de la fábrica de humanos. Por supuesto, recordé a los X-Men y aventuré la teoría de una nueva raza de mutantes, homo jorobadus, o algo así. 
     Desde luego, la soledad que me ha acompañado desde mi nacimiento me desmoronó. Es desolador vivir en un mundo donde la humanidad ,que partió de un primate que se levantó, irguió su cabeza y miró sobre el horizonte, involuciona en un jorobado, inclinado de nuevo, cuya mirada no alcanza más que el suelo que pisa.
     Entonces me fijé mejor y descubrí con relativa alegría que no habían mutado, no eran víctimas de alguna explosión nuclear o una zombificación involutiva. Los jorobados realmente eran seres humanos normales, como yo, pero estaban inmersos en los chats de sus smartphones.

4 comentarios:

  1. genial padrino me la paso muy bien leyendo cada articulo o cada reseña tuya :) te felicito ^^

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  2. Me encantó ir abriendo el texto. Yo le bajo la ultima frase, desde el comienzo dejas el texto con un suspenso que te obliga a inferir y a hacerte preguntas. De alguna manera siento que la frase final es como una moraleja de una fabula mal contada.

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  3. Profe, no le gusta la tecnologia?

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  4. Me encanta
    la manera de plasmar tu visión
    Mónica Patricia Ossa Grain

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