El fútbol ya existía desde antes de que yo naciera. Maestros como Di Stéfano, Puskás o Pelé lo habían definido y perfeccionado. Tras la mágica selección de Brasil de 1970, parecía que se había alcanzado todo lo posible. Y entonces, antes de que yo naciera, once tipos vestidos de naranja volvieron a inventarlo. La selección Holanda que jugó el mundial de Alemania 74 creó el “fútbol total”, expresión que es más fácil escribir que definir y que, definitivamente, es una nueva manera de sentir este deporte. Neeskens, Jansen y, sobre todo, Johan Cruiff asombraron al mundo con una novedosa y eficiente manera de jugar. Sin embargo, esta gloriosa selección fue derrotada por la fuerza de Alemania y su capitán Beckenbauer. Cuatro años después, la misma “Naranja Mecánica”, como fue apodada, volvió a desplegar ese fútbol maravilloso y técnico; pero cayó de nuevo en la final ante la local Argentina y la sombra de Videla. Todo esto lo leí en libros y lo vi en videos, pero nunca pude disfrutarlo hasta el mundial de Italia 90, cuando el increíble Ruud Gullit, el negativo del Pibe Valderrama, encabezó una lista de estrellas equivalente a sus predecesores de los 70: Marco Van Basten, Ronald Koeman, Frank Rijkaard y otros que no pudieron brillar de la misma manera que en la Eurocopa del 88. En los mundiales siguientes, la constelación naranja siguió derrochando alegría y talento con figuras como Dennis Bergkamp, Marc Overmars, Phillip Cocu, Edgar Davids, Frank de Boer, Ronald de Boer, Patrick Kluivert y otros, que lamentablemente se encontraron con la poderosa selección Brasil que los detuvo en su búsqueda por la gloria. Siempre fueron protagonistas, siempre animaron con su alegría y su talento. Y siempre se vieron condenados a mirar la copa desde lejos. Su eliminación en Alemania 2006 fue algo opuesto a lo alcanzado por Kruiff y su cohorte, la batalla de Nuremberg contra Portugal donde el fútbol exuberante y genial fue reemplazado por las patadas y el juego sucio. Inevitablemente, añoré los ídolos que tuve y los que no tuve. Quise volver a los Gullit y Van Basten que emulaban a los Neeskens y Van Hanegem. En Sudáfrica, cuando la Naranja Mecánica vuelve al campo casi de local, una nueva esperanza surge. Tal vez vuelva el fútbol total, tal vez vuelvan los genios que jugaban más con la cabeza que con los pies, tal vez en esta ocasión el fútbol preciosista pueda alzarse con la máxima gloria y pueda esculpirse en la copa mundo el nombre que desde hace tanto le falta: Holanda.
ANOTACIÓN TRAS EL MUNDIAL
Tuve que verlos perder de nuevo. Y no sólo en la cancha, donde olvidaron el fútbol majestuoso ante la perseverancia española, sino en los escritorios, cuando se adjudicó el mundial del 2018 a Rusia, dejando la candidatura de Holanda-Bélgica descartada. Otra vez será, seguiremos diciendo. En otro mundial serán los suspiros de Cruyf y Gullit.
ANOTACIÓN TRAS EL MUNDIAL
Tuve que verlos perder de nuevo. Y no sólo en la cancha, donde olvidaron el fútbol majestuoso ante la perseverancia española, sino en los escritorios, cuando se adjudicó el mundial del 2018 a Rusia, dejando la candidatura de Holanda-Bélgica descartada. Otra vez será, seguiremos diciendo. En otro mundial serán los suspiros de Cruyf y Gullit.
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