A diferencia de otros artículos que escribo con evidente rencor y amargura, éste lo escribo con tristeza. Todo mundo sabe, hasta los más ignorantes, que la educación es la clave para salir de la miseria. Una persona, un ciudadano, un pueblo educado no se deja manipular por políticos corruptos, milicias asesinas o predicadores mentirosos. El niño más pequeño, si ha sido bien educado desde su casa, no necesitará drogas, zapatos de moda o amigos pandilleros para sentirse bien consigo mismo. Y un ciudadano educado no venderá su voto o se quedará encerrado el día de elecciones porque crea que eso no es con él.
La respuesta es tan obvia, que sería casi imposible pensar que alguien quisiera que los niños no leyeran, pues en los libros está el conocimiento que los hará autónomos y libres. Sin embargo, conozco de primera mano la triste experiencia en que le prohiben los libros a los niños. Adivinan quiénes y por qué? En efecto, alguna religión no quiere que los niños lean. Según ellos, quieren protegerlos de temas para los que no están preparados. Es evidente que lo que quieren es mantenerlos en una ignorancia y temor permanentes para que jamás cuestionen las palabras de su predicador.
Y lo más triste es que muchas familias, engañadas por estos sepulcros blanqueados, prohiben a sus hijos la lectura, tachan a la ciencia de demoniaca y a la historia de mentirosa. Todos los que piensen distinto del predicador son agentes de Satán y deben ser acallados. Afortunadamente los derechos humanos están por encima de las manipulaciones de las iglesias, de otro modo seríamos muchos los quemados vivos.
Me da tristeza, lo digo en serio, porque serán generaciones sumidas en la ignorancia y la esclavitud, dedicando su vida y sus esfuerzos no a alabar algún algún dios, como creen, sino a enriquecer a sus amos predicadores mientras ellos extienden generaciones de miseria. Espiritual y de la otra.