28 mar 2012

Miss intelecto

Yo sé que algunos van a pensar que escribo esto de mala leche. Juro que no, al menos no mucho. Pero es difícil dejar pasar algunas cosas que, parafraseando a Quino, se escuchan por andar con las orejas puestas. La muchacha recién escogida como reina de belleza de la ciudad de Cali (debería omitir por decencia la ciudad, pero no me aguanto), estudiante de Comunicación Social, para rematar el cliché (yo también soy comunicador, antes de que mi progenitora salga a colación), dijo en sólo dos minutos de entrevista radial tres perlas dignas de ceremonia de coronación:
     Primero: Dijo algo como que estaba segura pero no creía que iba a ganar. A ver? Está segura de que gana pero no sabe si gana? Beneficio de la duda: Estaba segura de sí misma, pero no sabía si ganaría. Bien, se lo valgo.
     Segundo: Afirmó que el tenis es su "hobbie favorito". Anglicismo aparte, si es su hobbie es su favorito, no? Beneficio de la duda, para no ser cacas, a lo mejor tiene varios hobbies y el favorito de todos es el tenis. Listo, se lo valgo.
     Tercero: Cito textualmente "... lo más primordial de todo...". Esa sí no se la valgo, qué pena me da. Si es primordial, es lo más importante, claro; de todo lo demás, obvio. Ese es el pleonasmo extremo, la repetición de la repetidera, si me permiten el lenguaje de reina.
     No es ser mala leche (bueno, acepto que un poquito), ni criticar por joder o por dármelas de linguista sabihondo. Simplemente, me parece triste que haya muchachas que no saben ni hablar y se cifren en un concurso de belleza: pura forma y nada de fondo, muy bonitas y muy huecas. El estereotipo perfecto de la reina de belleza, curvilínea y bruta. Ninguna de mis amigas es así. Son muy bonitas, pero lo más importante, son bellas porque son inteligentes, capaces y emprendedoras. Esas son las mujeres que admiro, las verdaderas reinas y modelos. Aquí deberíamos coronar a las madres cabeza de hogar, las trabajadoras, las empresarias, las escritoras, las científicas, las que de verdad son ejemplo para la juventud. Ellas deberían estar en los titulares de prensa por sus logros en economía, política o poesía; no en una pasarela que parece una exhibicion de ganado. 
     Ya sé que es mucho lugar común, ya sé que parezco un criticón fastidioso (lo soy), ya sé que muchas de las mujeres que lean esto me echarán la madre (a propósito, una vez dije esto mismo y me preguntaron si no era capaz de ver la belleza femenina en mi señora madre. Les dije que la belleza de mi mamá no consistía en curvas ni afeites, sino en la fuerza que tuvo para mantener una familia unida y criar a sus hijos); pero lo que me interesa son las mujeres inteligentes y sabias que también desprecian los modelos femeninos que ofrece esta sociedad.
     Aunque no debería preocuparme. A fin de cuentas, las que adoran los reinados deben estar leyendo la página de Cosmopolitan o algo así....

10 mar 2012

Realidad y ficción

Dos noticias me causaron curiosidad esta semana. No la tradicional retahíla de muertos e indiferencia, sino dos casos que parecen, literalmente, sacados de los cómics que tanto adoro. Por un lado, una localidad brasilera contrata a un tipo que se disfraza como Batman para combatir el delito. Por otro, se hace popular en internet una chica denominada Kotakoti que es idéntica, tanto que asusta, a cualquiera de las heroínas de las historietas japonesas con ojos gigantescos y todo, el mejor estilo manga hecho carne.
     Entre lo curioso y lo ridículo, me queda una duda. Se está resquebrajando la barrera que divide la ficción y la realidad? Es evidente que no, no pretendo con ese comentario insinuar una trama manida de ciencia ficción a lo Michael Ende o A-ha. Sólo que me parece muy peculiar que las personas que deambulan por el mundo en su triste cotidianidad, entre los Corn Flakes y el Mc Donalds, entre el grito del jefe y el grito al subalterno, entre la cuota del carro y la comisión asignada, quieran que personajes de la ficción popular se hagan seres reales, que puedan encontrarse en la calle con Batman o Saori Kido.
     Supongo que ficcionalizar la ficción no es tan nuevo. Disneylandia es un gran ejemplo. Los niños irán a abrazar al Pato Donald y se encontrarán con un pedazo de plástico dentro del cual se cocina un humano mudo y semidesnudo, pero será Donald quien les regale ese instante de fantasiosa felicidad. No hacemos lo mismo los más viejos? Cuando vamos a un museo, no nos tomamos fotos con un pedazo de metal o piedra que recuerda a Borges, Bob Marley o Garrincha? Ellos fueron reales, cierto, pero no en nuestros imaginarios. Allí, son tan ficticios, heroicos y perfectos como Supermán.
     A lo mejor todos estamos hastiados del mundo cotidiano y aburrido. A lo mejor todos deseamos que nos rescate Miguel Strogoff, Sandokán o Iron Man. A lo mejor queremos charlar con Funes el Memorioso y el Barón de Munchausen. A lo mejor necesitamos meternos en un mundo donde los niños vuelen con polvo de hadas o trepen paredes picados por arañas radioactivas. A lo mejor añoramos esa irrealidad que sólo se encuentra en los libros y de la que el mundo exterior nos ha desterrado.