19 nov 2009

Chaplin en motocicleta

En estos días tuve una curiosa experiencia, me hallé cara a cara con Charlie Chaplin. Bueno, en realidad no fue cara a cara sino casco a casco.
     El encuentro se dio en uno de los innumerables trancones de Cali, pueblo cuyas calles padecen no sólo del desgaste del padre tiempo sino del abandono de la administración municipal. Los huecos proliferan más que la fiebre de moda y la corrupción apenas sí puede tapar sus propios agujeros. En uno de estos trancones, retomo, estuve estancado con mi moto, una chopper liviana y pequeña, más bonita que poderosa. Y a mi lado, compartiendo el desespero, estaba Charlie Chaplin.
      Desde luego, el famoso cineasta ya murió. El personaje al que me refiero es un ciudadano que se disfraza de Charlot y se alquila para publicidad callejera, uno de los muchos colombianos que se para en los semáforos vestido de estatua por la paz, payaso o desplazado esperando la moneda compasiva. La visión era inevitablemente graciosa. El tipo aún tenía el rostro pintado de blanco, con el bigote negro y las ojeras exageradas, pero enmarcado en un casco rojo brillante. Vestía las prendas raídas y los zapatones deformes que parecían covertir la motocicleta en un vehículo de carga pesada. Atado a la parte de atrás iba el bastón desafiante. Ni Dalí habría concebido tal imagen. Para rematar, la moto era una FZ tan vieja y deteriorada que no me extrañaría que hubiera pertenecido al mismo Chaplin.
     Jocoso, sin duda. Pero tristemente jocoso. Lo que muchos calificarían como folclorismo e ingenio tiene su otra cara. El señor vestido de Chaplin regresando a su casa en una moto antediluviana tras una tarde de "trabajo" en alguna calle de la ciudad es una muestra del abandono, el desempleo y la falta de oportunidades que han castigado a este país durante decenios. Nótese que las comillas en la palabra trabajo no se escriben con cinismo, sino enfatizando que pedir dinero en un semáforo, con todo el trabajo que implica, no es un empleo remunerado. De la misma manera, los que se rebuscan el pan diario como vendedores ambulantes y son incluidos en las estadísticas del subempleo están tan desprotegidos como el niño que deja de ir a la escuela por limpiar un parabrisas.
     Me sentí impotente ante la idea. En lugar de mimos y clowns, ese hombre con el rostro pintado simbolizaba al mismo tiempo el abandono y la tenacidad de un pueblo. Tragicómico, sin duda, como todo lo que sucede en este país. Inútil será repetir las múltiples frases que se han dicho tantas veces sobre la injusticia social y la corrupción de las clases dirigentes. Tuve que, simplemente, tragar saliva amarga y sonreir a mi famoso vecino de trancón mientras veía mis palabras perderse en el smog.
     Al final Chaplin se fue en su motico vadeando las ondanadas de carros, algunos de ellos lujosos y estrafalarios, cuyos dueños quizá se sientan mejores personas al arrojar una moneda al infante que hace maromas para entretenerlos en el semáforo.

7 nov 2009

Macondo 2009

Los Juegos Panamericanos se fueron para Toronto y dejaron a los colombianos sólo con cuentas de viáticos, canciones de Jorge Celedón y directos de periodistas deportivos. Igual, había que hacer el intento. Y la labor no era imposible, sobre todo cuando le acaban de dar los Olímpicos a Río. No hay comparación, desde luego, pero estaba en el aire esa sensación de que se le debe compartir a quienes han tenido menos oportunidades.
     Lo que me asombra es, como siempre, la macondianidad y tercermundismo de algunos de nuestros dirigentes. Uno de los políticos que conformaba la delegación era el concejal Wilson Duarte, acusado de haber propinado una paliza y amenazado a su cuñada. Con estas imputaciones, se le solicitó formalmente no asistir al evento para no opacar con sus dificultades legales la presentación colombiana. No habían acabado de decírselo cuando ya estaba camino al aeropuerto para tomar el primer vuelo (en primera clase, claro) a México. Sin palabras.
     Más folclórico fue escuchar a Jorge Celedón. En un pálido recuerdo de la celebración de Estocolmo, el vallenato se hizo presente como bandera de... Bogotá? Dos mil metros más lejos del Guatapurí. Bogotá es Colombia, desde luego, y medio mundo piensa que del río Grande para abajo todos usamos alpargatas, ruana y andamos con una gallina bajo el brazo (como el pan de los franceses, je), pero indudablemente es sospechoso relacionar a la fría y montañosa capital con los aires cadenciosos del Valle (de Upar, por si acaso).
     Y cuando los políticos hablan nos demuestran que la historia no existe. El presidente Uribe dijo, muy entusiasmado, que Colombia siempre había respondido ante el mundo por sus compromisos y eventos deportivos. Ajá! Como en el mundial del 86? Aún lloro cuando pienso que pude haber visto a Zico, a Maradona, a Pfaff y (paf!) me mataron la ilusión. En México sí se acordaban, estoy seguro.
     Fue más honorable ver a los deportistas. La Chechi Baena y el Pibe Valderrama nos recuerdan los logros que ha tenido el país. De todas maneras es triste verlos junto a los políticos, pues sus triunfos no los han tenido gracias a ellos sino a pesar de ellos. Ni qué hablar de Moisés Fuentes, medallista paralímpico de un país donde los discapacitados no tienen derecho ni siquiera a andar por las calles.
     Y lo peor, lo más triste y vergonzoso, escuchar al alcalde Samuel Moreno haciendo berrinche de niño chiquito diciendo que Toronto ganó porque regaló Blackberrys a los jefes del comité. Seguramente Moreno fue al baño cuando se hizo la impresionante presentación de los canadienses o no alcanza a contar el billón de dólares que tienen como presupuesto. Ni qué hablar del ofrecimiento de invitar atletas de todo el continente durante un mes a campamentos deportivos para incrementar su nivel competitivo. Bogotá, que tiene campamentos pero de desplazados, no podía competir contra eso.
     Para cerrar, no olvidemos que la imagen que llevaron es la de una ciudad pujante, turística y cultural, merecedora de ésta y otras responsabilidades. Pero la realidad es que Bogotá y el resto del país tienen niveles de pobreza del setenta por ciento, que hay más de dos millones de desplazados, que los falsos positivos se multiplican, que aún tenemos hermanos pudriéndose en la selva y políticos corruptos engordando como chinches con la sangre de los contribuyentes. Ojalá nos hubieran dado los juegos. Perdimos en buena lid, a pesar de la rabieta de Moreno. Pero no nos quedemos en el video. Hasta que no solucionemos los problemas de corrupción e injusticia social, no podremos competir con las naciones desarrolladas.